martes, 11 de enero de 2011

SOLITARIA OREJA PARA "EL CAPEA" EN LA DÉCIMA CORRIDA DE LA TEMPORADA GRANDE DE LA MÉXICO

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Pedro Gutiérrez “El Capea” continúa escribiendo su propia historia en nuestro país, y da la impresión de que el público comienza a identificarlo al margen e su famoso padre, una circunstancia que Perico, como le llaman cariñosamente, se ha trabajado con mucha dedicación y profesionalismo desde hace ya un par de temporadas.
Y a base de sitio y recursos le tumbó una oreja al segundo toro de la corrida, un ejemplar al que obligó a embestir y otra vez, robándole los pases con claridad de ideas en una faena que la actitud estuvo a la par de la aptitud.
Aunque al toro le costaba un poco más tomar la muleta hacia los terrenos de afuera, Pedro se plantó con decisión y lo llevó embebido en la muleta, pues por momentos parecía que el de Real de Saltillo podía quedarse corto y echarse a los lomos al torero.
Remató su labor con una eficaz estocada de la que el toro rodó espectacularmente patas arriba, y fue así como le concedieron una oreja que fue pitada por una minoría que quizá no calibró del toro el esfuerzo del salmantino.
Cuando la mentalización esta a tope y se ha toreado con regularidad (el año anterior sumó medio centenar de corridas entre México, España y Suramérica), resulta más fácil solventar las complicaciones que presentan los toros y esa fue la imagen ofrecida por Pedro Gutiérrez “El Capea” en esta actuación en La México, donde abrevió delante del quinto, un toro deslucido y con cierta guasa, al que se pasaportó con brevedad.
Y vaya que el encierro de Real de Saltillo tuvo muchos matices que obligaron a la terna a emplearse a fondo ante aquella falta de casta y definición que, cuando existe, contribuye a que las cosas sean más llevaderas a lo largo de la lidia.
Es inconcebible que una de las ganaderías más largas de México no haya presentado una corrida mejor igualada en hechuras y tipo, sobre todo si al parecer sobran toros en sus potreros, pues en la actualidad casi no lidia con frecuencia, y más todavía si hace una década que no venía a La México.
Y que pésima idea de bautizar a varios toros con los nombres de ejemplares que han pasado a la historia por ser los victimarios de varios toreros, acrecentado este mal gusto con una falta de ortografía en el nombre de “Jocinero” (lidiado en tercer lugar, que escribieron con “s”), aquel mal bicho de Miura que le quitó la vida a José Rodríguez “Pepete” en la vieja plaza de Madrid la tarde del 20 de abril de 1862.

Manolo Mejía sorteó el lote más desigual en comportamiento, pues el toro que abrió plaza anunció su mansedumbre nada más salir por los toriles, y el cuarto fue el que tuvo mayor transmisión de la corrida, pero con un genio que ni siquiera dos fuertes y bien ejecutados puyazos de Ignacio Meléndez pudieron atemperar del todo.
El torero de Tacuba trató de ponerse y hacerle las cosas bien en la zona de toriles, donde el de Real de Saltillo se defendía de manera reservona y aunque Manolo intentó sacarle provecho, la presión que se percibía lo hizo acelerar sus procedimientos en una faena intermitente que no remató bien con el acero.
Al manso primero trató de sujetarlo, sin corregir los fuertes derrotes que tiraba en un trasteo voluntarioso y carente de eco en el tendido, que finalizó de un pinchazo hondo, un metisaca y una estocada entera caída.

Mario Aguilar estuvo centrado con el tercero, un toro exigente porque miraba de continuo al torero, que se plantó con un tío sobre la arena y bosquejó detalles sueltos de su gran clase. La gente empezó a meterse en la faena conforme el hidrocálido fue ligando los pases con la misma serenidad por el pitón derecho, pues por el otro lado embestía de forma amoruchada, con la cara alta y tratando siempre de quitarse la muleta de enfrente.
Y cuando parecía que aquella buena impresión iba a quedarse entre el público, Aguilar se dio a pinchar varias veces hasta escuchar dos avisos, acompañados de unos pitos que no reflejan fielmente su desempeño con la muleta.
El sexto manseó y desarrolló sentido en otra faena riñonuda por parte de Mario, que no terminó de calar en el tendido debido a los lógicos altibajos delante de aquellas embestidas tan deslucidas y peligrosas.
A estas alturas del festejo, el hastío había invadido a un público que ha visto, una tarde tras otras, encierros sin bravura, que adolecen de un grado de toreabilidad mayor para propiciar el triunfo grande. Vamos a ver si el próximo domingo los de Rancho Seco dan la nota positiva de la temporada en el aspecto ganadero, que anda de capa caída. El reto es grande.

Ficha de la corrida:
México, D.F.- Plaza México, Décima corrida de la Temporad Grande. Domingo, 09 de enero del 2011. Unas ocho mil personas en tarde fresca, con intermitente ráfagas de viento. Toros de Real de Saltillo, bien presentados, pero de hechuras disparejas y algunos con demasiados kilos, descastados en su conjunto. Pesos: 502, 566, 612, 561, 537 y 537 kilos. Manolo Mejía (Grosella y oro): Pitos y división. Pedro Gutiérrez “El Capea” (berenjena y oro): Oreja con algunas protestas y silencio tras aviso. Mario Aguilar (rosa y oro): Pitos tras dos avisos y silencio tras aviso.

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