domingo, 27 de febrero de 2011

ARTE MATA TODO, Y MÁS EL DE MORANTE DE LA PUEBLA


Se sublimó esta tarde en el Palacio de Vistalegre


Fue ponerse Morante a torear al quinto y la plaza de Vistalegre se desquició. Por el gran toreo que le vio hacer y por la manera en que todos se comportaron tras el que fue un soberbio homenaje del de Puebla del Río a una de sus principales referencias taurinas: el gran Pepín Martín Vázquez, fallecido esta mañana en Sevilla.

Llegado el caso, recordé lo que decía el legendario Manolo Martínez para explicar la hecatombe que producen los toreros verdaderamente artistas, que el “arrrte mata todo”. Así, con su típico acento regiomontano. Y tanto es verdad que el arte de Morante de la Puebla no ya es que mate, es que aniquila, que arrasa como el napalm en cuanto se produce tan desnudo, tan puro, tan sublime como en el trasteo de muleta al toro de Núñez del Cuvillo al que hoy cortó las dos orejas.
Tuvo el toro poco celo en los primeros tercios, y aun también en los primeros compases del último. Pero la muleta del de la Puebla fue tan paciente como el cebo de un pescador en un río cristalino. Poco a poco, haciendo gala de unos amplísimos registros técnicos que ni le son reconocidos ni de los que él mismo hace ostentación, el de Cuvillo fue ganando confianza para que, una vez en el canasto, Morante se rompiera a torear por lo grande, a hacer el toreo más puro, cadencioso y eterno.

Con la derecha y con la izquierda, deletreado, moroso, cada vez más lento, paladeándolo con el regusto de una copa de brandy añejo. Así toreó Morante en Vistalegre, sobre todo en un par de series cenitales y en unos ayudados por bajo de hondura mineral, telúrica, cerrando al toro hacia las tablas.
Vibró la plaza, conmocionada, impresionada y eufórica, al nivel de la revelación del toreo-verdad de Morante. Y la corrida, que transcurría anodina y entre protestas, se salió de los goznes. El mismo Juan Mora, que no había estado a la altura de la expectación tras un invierno de rentas por su faena de Otoño en Madrid, salió al tercio a pedir el sobrero, algo habitual en La México pero absolutamente antirreglamentario en España.

Accedió de manera inexplicable el presidente, y Mora, ligero, aliviado, poco coherente en lo técnico, sólo hizo que demostrar que ésta no era su tarde, por mucho que también le regalaran una oreja.

Mejor hubiera sido “taparse” después del despliegue morantista, porque ante tamaña demostración del mejor toreo también quedaron en evidencia la falta de temple e intensidad, el escaso poso y la endeble ambición de El Cid ante las bravas, alegres y profundas embestidas del mejor toro de la corrida, un jabonero que se acabó llevando más ovaciones en su vuelta al ruedo que su propio matador, que tuvo que también paseó el anillo pero sin atreverse a llevar consigo las dos orejas que sobradamente le regalaron.

Salió incluso a hombros de la plaza. Pero esta noche, en Madrid, no se habla ni de orejas ni de puertas grandes. Se habla sólo de toreo. Del toreo de Morante de la Puebla.

Ficha
Madrid, Palacio Vistalegre. Domingo, 27 de febrero. Segunda de la Feria de Invierno. Tres cuartos de entrada. 6 toros y un sobre de regalo, de Nuñez del Cuvillo, de correcta presencia aunque de desiguales encornaduras y hechuras. Corrida de juego insulso por su escasa entrega, salvo el 5º, a más en calidad, y el 6º, bravo, alegre y con profundidad, premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre. Pesos: 513, 553, 523, 534, 502, 546 y 526 kilos.  Juan Mora (azul pavo y oro): Ovación, silencio y oreja en el de regalo. Morante de la Puebla (verde botella e hilo blanco): Óvación y dos orejas. El Cid (malva y oro): Pitos y dos orejas. Incidencias: Morante y El Cid salieron a hombros. Entre las cuadrillas, destacó la inteligente y templada brega de dos toros por parte del banderillero Agustín Serrano. Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria del gran torero Pepín Martín Vázquez, fallecido hoy en Sevilla a los 83 años.

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