martes, 8 de febrero de 2011

VENTURA TRIUNFA Y PERERA INPACTA, AYER EN LA MÉXICO


Ventura consiguió su primera puerta grande en La México

Tal y como ocurrió el sábado pasado, en la primera corrida de aniversario, la última faena de la larga jornada, realizada por Miguel Ángel Perera a un toro de regalo lidiado en noveno lugar, constituyó el momento más impactante del festejo, y aunque la obra del extremeño no tuvo premios, porque estuvo fatal con la espada, lo que hizo se recordará por muchos años.

Y es que cuando el toro de nombre "Brujo" apareció sobre la arena, nadie dio un duro por aquellas embestidas inciertas, en las que daba la impresión de estar reparado de la vista. Como buen profesional, Miguel Ángel no se desesperó nunca y lo bregó con inteligencia, dejándole muerto el capote debajo del hocico y dándole hasta dos y tres lances por el mismo pitón, tal y como se debe hacer en el campo para encelar a las becerras de tienta cuando se rehúsan a embestir.

Pues así, a base de confianza, serenidad, y un amor propio que no le cabe en el cuerpo, consiguió meter en vereda a este toro de Barralva que parecía bipolar, pues hizo cosas muy extrañas también durante el resto de la lidia. Y entonces recordé aquello que se decía del gran Manolo Martínez de que "pensaba como toro", ya que Miguel Ángel hizo lo propio y, como si de un siquiatra bovino se tratase, desentrañó cada uno de las enigmáticas actitudes de ese "Brujo" un tanto loco, al que cuajó un faenón de escándalo.

Porque pasarse por la faja una y otra vez al toro, en medio de aquella incertidumbre, dejándose olisquear el bordado de la taleguilla, y olvidándose de que tenía cuerpo, como decía el mítico Belmonte que era preciso hacer para torear, Perera trazó pases de inusual trazo citando a una distancia tan corta. Pero no sólo lo consiguió en redondo, sino también de espaldas, con temple, tapándole la cara al toro de todas, todas, y cambiándose después la muleta a la zurda para rematar con exquisitos pases por abajo.

La gente no daba crédito a lo que veía, y Perea seguía edificando la obra en su mayestática quietud, en otro monumento al ojedismo, tal y como lo hizo en su primera tarde a lo largo de la campaña, en la que dejó impreso su sello propio.

Lo que pudo ser el corte de su segundo rabo en esta plaza, lo echó a perder con la espada, pues se dio en pinchar en repetidas ocasiones, frustrando así una faena inolvidable. El desencanto no sólo fue del torero, sino también de un público emocionado hasta lo más profundo del alma, que terminó gritándole ¡torero, torero!

Porque si bien es cierto que Perera había estado muy bien delante de los dos toros de su lote, a los que toreó con la misma pasmosa quietud, en dos faenas poderosas y con trazo, había estado muy mal con el acero y el resultado escueto de "pitos tras dos avisos y pitos" de la ficha, no reflejaba cabalmente su paso por este festejo. Así que al final tuvo su recompensa en cuanto a reconocimiento, y lo bueno es que mucho público que acudió a la plaza pudo ver la sobrada capacidad de este artífice del “arrimón pensado”; el arrimón del temple, la colocación y el muletazo preciso y precioso, y unos recursos que no parecen tener fin.

Diego Ventura se amargó de que no le concedieran la oreja que pedía el público tras la lidia del toro de Garfias que abrió plaza, al que hizo una faena breve y concisa en la que lució montando a "Nazarí". El rejón caído y trasero, sumado al abundante derrame, no convenció al juez de plaza, Gilberto Ruiz Torres, que al final aguantó la presión popular y se negó a soltar el trofeo.
Sin embargo, al terminar la lidia del quinto, fueron a parar las dos orejas del toro a las manos del caballista, después de otra labor muy torera, con pasajes espectaculares en los que clavó banderillas al quiebro de forma arriesgada, y otras en las que se batió al pitón contrario con esa expresividad que le caracteriza.

El cuarto toro, de Grafias, como el primero de rejones, fue más emotivo, y aunque tendía a salir suelto de la reunión y quería marcharse a las tablas, Diego le dio una lidia impecable. El hecho de recibirlo a porta gayola, aunque el rejón de castigo haya quedado muy trasero, hablan bien de su actitud, pes aguantó cabalmente la fuerte arremetida del toro que salió como un tren por la puerta de toriles.

Más tarde, sus ajustados recortes montando a "Oro" y otros detalles sobre "Califa", el seguro caballo de matar, cautivaron a la concurrencia. Y la faena creció a la par del entusiasmo de la gente, que ya reconoce en el rejoneador de la Puebla del Río a un crack del toreo que viene con la firme mentalidad de conquistar, y a llevarse lo suyo, en otra tarde que le va a seguir impulsando su imagen de cara a las fecha que tiene contratadas en plazas de provincia.

Al lado de estas dos figuras ultramarinas, la actuación de los mexicanos no desmereció, si se considera la experiencia de ambos en comparación de la que han acumulado los dos rivales extranjeros.

El Payo se reencontró y ofreció la mejor faceta de su tauromaquia: valor seco, reciedumbre, temple y seguridad, en dos faenas de excelente acabado que el público disfrutó mucho. Los cambios de mano al primer toro de su lote fueron un portento, mientras que los redondos, girando solamente sobre los talones, tuvieron mucha enjundia. De haber estado más fino a la hora de matar, su labor hubiera tenido más calado. De cualquier forma, ahí queda patente que en el rubio queretano hay un torerazo que es capaz de mentalizarse y volver a la senda de la disciplina.

Si El Payo convenció, Salvídar entusiasmó, y fue porque el torero nacido en Teocaltiche, pero criado desde niño en Aguascalientes, toreó muy bien al cuarto, un toro que, sin ser fácil, tuvo un buen pitón izquierdo. A base de inteligencia y frescura, le robó muletazos de enorme valía, sobre todo aquellos en redondo, circulares de espaldas, en los que echó la moneda al aire y se la jugó, pues el toro tenía fuerza y si lo cogía podía hacerle daño.

Esa fue la mejor faena de Arturo, que pudo ser premiada, pero el pinchazo que antecedía a una buena estocada arruinó sus pretensiones. Con el octavo, que se apagó demasiado pronto, abrevió al realizar una faena aseada que rubricó de pinchazo y estocada.

La segunda corrida de aniversario dejó satisfecha a la gente, que salió toreando del coso luego de presenciar esa faena increíble de un torero que viene pisando muy fuerte y que quiere abrirse un hueco en México entre los consentidos.


Ficha
México, D.F.- Plaza México. Decimoquinta corrida de la Temporada Grande, y segundo festejo del aniversario 65 del coso. Más de dos tercios de entrada (unas 30 mil personas) en tarde agradable. Dos toros de Garfias (1o. y 5o.) para rejones, desiguales en presentación, manejables. Y siete de Barralva (el 9o. como regalo), bien criados, y reunidos, además de bajos, pero de juego desigual. Destacó el lote de El Payo por su nobleza, y el de regalo, que tuvo transmisión, aunque hizo cosas muy extrañas. Pesos: 510, 473, 520, 480, 480, 462, 470, 475 y 480 kilos. Diego Ventura: Palmas tras petición y dos orejas. Miguel Ángel Perera (verde manzana y oro): Pitos tras dos avisos, pitos y gran ovación en el de regalo. Octavio García "El Payo" (granate y oro): Oreja con protestas y vuelta tras aviso. Arturo Saldívar (azul turquesa y oro): Palmas en su lote.

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